AniMole está marcando el rumbo del anime en Latinoamérica

¿AniMole está marcando el rumbo del anime en Latinoamérica? El alma retrofuturista que está transformando la cultura japonesa en México

Es septiembre de 2025 en la Ciudad de México y el ANIMOLE ya no es una novedad, es un ritual. La cita que reúne, durante tres días, a quienes han convertido el anime, el manga y la cultura japonesa en parte de su ADN. Desde que crucé las puertas del World Trade Center en la primera edición, tuve claro que esto no era solo una convención de cómics más: aquí late un corazón mitad cultura pop retro y mitad obsesión futurista, con un pulso que solo entiende quien alguna vez hizo fila durante horas por un autógrafo o la pieza perfecta para su colección.

Lo que impresiona no es solo la magnitud, sino la personalidad. Porque el coleccionismo geek en AniMole no es un rincón marginal: es la columna vertebral. Aquí conviven el que viene con su carpeta de prints edición limitada y el que carga una figura Gundam recién armada como si fuera un trofeo de guerra. Todo envuelto en un ambiente donde los cosplayers no posan: encarnan, respiran y a veces, hasta improvisan diálogos que arrancan carcajadas o suspiros.

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Origen: AniMole 3 – La Mole Convention

«No es una expo, es una cápsula del tiempo que viaja hacia adelante».

Un laboratorio cultural disfrazado de convención

Lo que hace único a AniMole es la fusión precisa entre estética japonesa y alma mexicana. Jorge Hermosillo, director de La Mole, lo dijo sin rodeos: se trata de incorporar los elementos del anime y el manga que mejor resuenan con nuestras raíces narrativas, sin dejar de lado la tradición impresa que cimentó el evento madre. El resultado es una atmósfera que para un japonés puede resultar curiosamente familiar, y para un latinoamericano, extrañamente íntima.

Hace años, cuando Astro Boy, Heidi o Candy Candy llegaban a nuestras pantallas, nadie pensaba que estábamos consumiendo un producto japonés. Se doblaban, se cortaban, se acomodaban a nuestras costumbres. Sin proponérselo, crearon una generación entera de aficionados que hoy reconocen con orgullo que esas historias les cambiaron la vida. Esa historia de «latinización del anime» es la semilla que germina en cada rincón del AniMole.

«Japón conquistó Latinoamérica sin que nos diéramos cuenta».

El imán de las leyendas vivas

En sus primeras ediciones, AniMole dejó claro que no se conforma con invitados de segunda fila. Aquí han caminado figuras que cualquier aficionado reconocería al instante: Yumiko Igarashi, Toshio Maeda, Yoshiko Watanabe, Greg Capullo, Tetsuo Kurata. Ver a Igarashi firmar y escuchar a un fan agradecerle por Candy Candy es presenciar un momento que mezcla devoción con gratitud pura. No hay gradas lejanas ni conferencias impersonales: hay cercanía, casi un susurro entre creador y seguidor.

Esa es la gran diferencia con las gigantes como Anime Expo o Comic-Con. Allí, el contacto humano se diluye en la marea de asistentes. Aquí, todavía puedes estrechar la mano de tu ídolo y sentir que ese instante solo existe para ti.

La experiencia inmersiva que ya toca la puerta

Las tecnologías inmersivas acechan el horizonte de AniMole. No es un futurismo abstracto: ya hay charlas sobre cómo la realidad aumentada podría transformar el cosplay en un espectáculo interactivo, o cómo la realidad virtual podría permitirte caminar dentro del mundo de One Piece o Neon Genesis Evangelion. Imagino un pasillo donde un visor te permita ver a un Eva de tamaño real asomando sobre Reforma. Suena descabellado, pero así sonaba hace unos años la idea de ver a cientos de mexicanos construyendo Gundams en vivo… y aquí estamos.

Empresas como Meta, Sony o Magic Leap ya invierten en que estos mundos paralelos se integren a los eventos físicos. El metaverso no será un sustituto, sino una extensión natural: el AniMole físico para sentir, el AniMole virtual para explorar.

El mercado donde lo retro y lo futurista se dan la mano

No hay que subestimar el papel del coleccionismo aquí. Las vitrinas con figuras Tamashi Nations, las primeras ediciones de mangas intonsos, las piezas art toys que parecen salidas de un sueño febril… cada pasillo es un mapa del tesoro. El mercado mexicano es tan fértil que gigantes como Bandai Namco apuestan por experiencias presenciales como el Gundam Summit, una especie de Olimpiada del modelismo que atrae desde niños hasta veteranos.

El coleccionismo aquí no es solo consumo: es inversión emocional y cultural. La pieza que compras no solo adorna tu repisa, sino que te ata a un recuerdo, a un momento, a un año en que creíste que el futuro sería exactamente así.

El Artist Alley como incubadora

Si uno quiere ver el futuro del manga y el arte digital en México, basta con recorrer el Artist Alley. Es el terreno donde ilustradores locales prueban estilos, donde los personajes originales nacen y los fanarts se convierten en piezas codiciadas. Algunos de estos artistas saltarán a editoriales internacionales, otros seguirán cultivando un público fiel desde las redes, pero todos se forman en este ecosistema vibrante que recuerda al Comiket japonés… aunque con más picante y menos sake.

Música para conectar generaciones

Las bandas en AniMole son más que teloneros. Cuando Anime Band toca el opening de Dragon Ball Z y la multitud canta al unísono, el WTC entero se convierte en un coro multigeneracional. Luego, Pokérus Project sube al escenario con su metal progresivo gamer y demuestra que la nostalgia no está reñida con la experimentación sonora.

Esa combinación de pasado y presente también está en el cosplay, donde un Kenshin impecable puede compartir escenario con una Marin Kitagawa con efectos de AR. Aquí no se trata solo de disfrazarse, sino de dialogar con la obra, de habitarla.

Un futuro que huele a tinta y neón

En los próximos años, AniMole podría convertirse en un modelo exportable: eventos con escala humana, identidad cultural clara, mezcla de lo retro y lo vanguardista, y una oferta que seduzca tanto al otaku veterano como al curioso que se asoma por primera vez. La pregunta ya no es si México puede competir con Japón o Estados Unidos, sino cuándo veremos un AniMole en otras ciudades del continente.

Porque al final, este evento no solo es una vitrina de manga y anime, es un puente entre culturas, un espacio donde el futuro se prueba en pequeña escala antes de conquistar al mundo.

«El futuro de las convenciones podría hablar español».

Y cuando me pregunto si AniMole seguirá creciendo, pienso en esas primeras ediciones con 27 mil asistentes, en las filas por un autógrafo, en la sensación de estar en el lugar correcto en el momento preciso. Si el pasado y el futuro van a encontrarse otra vez, sé que será aquí, y yo pienso estar en primera fila.

¿Y tú… vendrías a un AniMole donde el mecha que armas en la mañana cobre vida en la tarde? Porque puede que no falte tanto para verlo.

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