Los TAXIS VOLADORES están más cerca de lo que imaginas

¿Quién domina el cielo con los TAXIS VOLADORES? Los TAXIS VOLADORES están más cerca de lo que imaginas

Estamos en julio de 2025, en algún punto suspendido entre las azoteas de Guangzhou y las autopistas colapsadas de Los Ángeles. Los taxis voladores ya no son un sueño de dibujos animados ni una quimera de ingenieros locos. Son reales. Se mueven en silencio, con la precisión de un dron, y empiezan a disputarle el cielo a los helicópteros, el suelo a los coches y la atención a todo el mundo. Los taxis voladores han llegado, y el aire empieza a oler distinto: más a futuro, menos a tubo de escape.

«La ciencia ficción se aburre. El futuro ya está aterrizando.»

Y cuando digo que han llegado, no hablo de prototipos ni de renders bonitos. Hablo de licencias, de billetes vendidos, de vuelos turísticos que ya se ofrecen en China y de aviones eléctricos que planean moverse entre Santa Mónica y Hollywood antes de que terminen los Juegos Olímpicos de 2028. Sí, justo esos taxis voladores que soñábamos mientras veíamos a los Jetsons flotar por el aire en sus cápsulas con hélices. Ahora, los protagonistas tienen nombres como EHang, Joby, Lilium o Archer, y sus inventos ya están revolucionando algo más que la movilidad: están desafiando las leyes no escritas de lo posible.

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El retrofuturo ya vuela sobre nuestras cabezas

Hay un susurro metálico que atraviesa las ciudades y viene desde arriba. Lo llaman eVTOL, acrónimo elegante de vehículos eléctricos de despegue y aterrizaje vertical. ¿El concepto? Tan simple como imposible de ignorar: coches voladores. Bueno, más bien pequeñas aeronaves. Algunos parecen drones gigantes, otros parecen avionetas muy limpias. Todos prometen lo mismo: evitar el tráfico, reducir las emisiones y transformar por completo cómo nos movemos por el mundo. Pero sobre todo, prometen cumplir una vieja profecía de ciencia ficción.

Uno de los primeros en poner este sueño en práctica ha sido EHang Holdings, que en marzo de 2025 logró algo que parecía impensable: recibir el primer Certificado de Operador Aéreo para aeronaves sin piloto que transportan personas. Desde entonces, los vuelos turísticos sobre Guangzhou no son cosa de unos pocos millonarios excéntricos, sino una experiencia que cualquier ciudadano chino con un poco de presupuesto puede comprar online. Y sí, con piloto automático incluido. El futuro, dicen, se autopilota.

En Estados Unidos, Joby Aviation lleva desde 2009 cocinando este platillo volador. Lo que empezó como un sueño de startup se convirtió en una alianza estratégica con Uber tras la compra de Uber Elevate. El software que iba a llevarnos al cielo sigue vivo bajo otro nombre: ElevateOS. Y la aeronave estrella, Midnight, parece salida directamente de una película de Nolan: cuatro pasajeros, un piloto, 320 km/h y una autonomía de 240 kilómetros. No huele a queroseno, sino a litio, y suena como un zumbido suave que apenas perturba el canto de los pájaros.

Alemania al límite del colapso… y de la genialidad

Alemania, tierra de ingeniería precisa y cerveza espesa, también ha apostado fuerte. Volocopter fue pionera en recibir certificaciones europeas. Su modelo VoloCity, con sus 18 hélices perfectamente alineadas, parecía el modelo ideal para volar entre rascacielos sin levantar sospechas. Pero la realidad financiera fue más cruel que la física: en diciembre de 2024, Volocopter cayó en insolvencia, con más sueños que inversores. Solo consiguió volar —literalmente— un día en París durante los Juegos Olímpicos, sin pasajeros, en un gesto más simbólico que comercial.

Lilium, por su parte, juega a ser el Tesla de los cielos. Su tecnología basada en propulsión eléctrica de empuje vectorial suena complicada, pero funciona: 300 km de autonomía, velocidades similares a un tren de alta velocidad y un diseño que haría sonrojar a cualquier diseñador de superdeportivos. España, sí, España, fue el lugar elegido para sus primeras pruebas reales. En Jaén, nada menos. Allí, entre olivares y sol implacable, el Lilium Jet se elevó con la gracia de un colibrí mecánico.

“No es ciencia ficción. Es ingeniería en plena guerra de capital”

«La batería decide quién vuela y quién cae.»

Y aquí está el verdadero drama. No es solo cuestión de volar. Es cuestión de durar. Las baterías son el alma de estos pájaros eléctricos… y también su cruz. El modelo EH216-S de EHang vuela apenas 21 minutos. Lo que dura una buena conversación, o una mala cita. Y necesita dos horas para recargarse. La autonomía sigue siendo el monstruo bajo la cama de todo ingeniero eVTOL. Aunque empresas como Star Charge ya están desarrollando soluciones de carga rápida con cables refrigerados por líquido, aún estamos lejos de los sueños de movilidad continua.

En paralelo, tecnologías como el hidrógeno empiezan a sonar con fuerza. ZeroAvia y otras compañías trabajan en motores que reutilizan el calor para alimentar sistemas eléctricos auxiliares. Un Frankenstein tecnológico que, si funciona, podría marcar un antes y un después.

Emergencias, órganos y Amazon Prime con hélices

Pero que nadie se confunda. Esto no va solo de transporte de ricos sobre Manhattan. El verdadero impacto viene por los flancos: emergencias médicas, rescate, logística, transporte de órganos. Empresas como United Therapeutics ya colaboran con EHang y Beta Technologies para crear redes de transporte aéreo de órganos. Y no es teoría: hablamos de poder salvar vidas con minutos de diferencia. Literalmente.

Amazon, cómo no, también anda metida en esto. Y UPS. Ya preparan configuraciones para carga y entregas urbanas. Porque, seamos honestos, si el dron puede evitar semáforos y dejar el paquete en la azotea… ¿quién va a seguir repartiendo a pie?

Vertipuertos y tejados: la nueva fiebre del oro

Con nuevos vehículos vienen nuevas estaciones. Y así nacen los vertipuertos. Ferrovial ya ha anunciado su intención de instalar más de 20 por toda España, mientras empresas como Vertiports Network idean formas de convertir cualquier azotea en una pista de aterrizaje. No es poesía, es ingeniería urbana: las cubiertas como nueva frontera de la movilidad.

Estos nodos no serán simples plataformas. Serán auténticos intercambiadores del futuro, conectando taxis voladores con trenes, autobuses, metro, bicicletas. Un delirio multimodal que empieza a parecer sensato cuando imaginamos ciudades de 10 millones de habitantes colapsando en horas punta.

París fracasa, Los Ángeles se prepara

Los Juegos Olímpicos de París 2024 iban a ser el gran debut de los taxis voladores. Pero la realidad no suele leer los comunicados de prensa. Volocopter no logró las certificaciones necesarias, y lo que debía ser un espectáculo de ciencia ficción quedó en una demostración técnica sin pasajeros. Un “casi” que pesa más que un fracaso.

En cambio, Los Ángeles 2028 se perfila como el verdadero bautismo comercial. Archer Aviation ha sido designada como proveedora exclusiva de taxis voladores para los Juegos. Prometen vuelos entre el aeropuerto y Hollywood, sin tráfico, sin claxon, sin estrés. La promesa, ahora sí, parece que va en serio.

El futuro se mide en pedidos… y en bancarrotas

Mientras algunas empresas caen, otras se fusionan, y el capital baila como en un casino de alta gama. La industria necesita miles de millones para seguir en pie. Lilium tuvo que ser rescatada por un consorcio internacional. Volocopter busca desesperadamente nuevos socios. Y sin embargo, el número de pedidos no deja de crecer: más de 7.000 eVTOL encargados, con operadores esperando el visto bueno regulatorio como si fueran niños en la fila de una montaña rusa.

«Primero soñamos con volar. Ahora queremos que llegue puntual.»

El guiño vintage que todos necesitábamos

Porque sí, esto es tecnología punta. Pero también es nostalgia. Glenn Curtiss, Frank Piasecki, incluso los Jetsons. Todos dejaron huellas en este viaje hacia arriba. La estética retro-futurista está presente en cada hélice, cada cabina, cada simulador de vuelo. Parece que el futuro, para ser creíble, necesita parecerse un poco al pasado que soñábamos.

“El futuro no será de quien vuele más alto, sino de quien aterrice primero”

Y ahora que el cielo se abre y las ciudades miran hacia arriba, la pregunta ya no es “¿podremos volar?”. Es: ¿quién podrá pagar el billete, quién gestionará el tráfico, y quién limpiará los tejados para que no se estrellen los sueños?

¿Podremos confiar en que las baterías no nos dejen colgados a 120 metros del suelo? ¿Sobrevivirá este sueño eléctrico a la despiadada lógica del capital? ¿Y si todo esto no es el futuro… sino apenas el principio de otro problema con hélices?

Lo que está claro es que los taxis voladores ya no pertenecen a la ciencia ficción. Ahora son parte de la agenda de movilidad, del debate urbano, de los presupuestos municipales. Y aunque el camino es incierto, el rumbo está claro: hacia arriba. Siempre hacia arriba.

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