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¿Quién teme a la Senda del Oso? La ciclovía asturiana donde los osos te miran rodar
Recorrer la Senda del Oso en bicicleta no es solo pedalear por una ruta verde del norte de España: es entrar en un escenario digno de novela de aventuras con ferrocarriles fantasmas, túneles encantados y osos que te observan desde el monte. 🚴♂️🐻 Y aunque hoy sea uno de los planes más familiares y accesibles que puedas encontrar en Asturias, su origen y su presente están llenos de curvas inesperadas.
Explorar la Senda del Oso en bici no es simplemente una excursión en dos ruedas; es una inmersión directa en el alma verde de Asturias. A través de una antigua vía férrea que ahora respira naturaleza y libertad, esta ruta cicloturista se ha convertido en el plan predilecto de quienes buscan una experiencia única, accesible y visualmente inolvidable. Ideal para familias, parejas o aventureros solitarios, es un paseo suave entre túneles, osos y desfiladeros que parece hecho para que el tiempo se detenga. Y si ya estás visualizando el plan perfecto, lo primero que necesitarás es un buen servicio de senda del oso alquiler bicis, que te proporcione todo lo necesario sin complicaciones.
Esta joya del norte de España, conocida simplemente como la Senda del Oso, va más allá del simple turismo activo. Es historia, es paisaje y, sobre todo, es una experiencia bien pensada para que cualquiera pueda disfrutarla sin agobios. Aquí es donde entra en juego Senda del Oso Experience, la empresa que ha sabido convertir una antigua vía minera en una aventura ciclista moderna, cómoda y segura. Gracias a sus servicios integrales —desde el alquiler de bicis hasta el transporte al punto de inicio y la asistencia técnica— recorrer esta ruta ya no es solo posible: es recomendable.
La Senda del Oso tiene ese algo especial. No es solo el aire limpio ni el crujir de la grava bajo las ruedas. Es que uno avanza y el paisaje parece cambiar de siglo sin previo aviso. Lo que fue una ruta minera donde chirriaban vagones de carbón, ahora es un camino apacible donde los niños saludan a los osos con la misma emoción con la que sus abuelos saltaban a las vagonetas del trabajo.
«Aquí los túneles no esconden trenes, esconden recuerdos»
La vía verde que enterró al carbón y resucitó el paisaje
Durante décadas, la Senda del Oso fue eso que no se ve en los mapas turísticos: un rastro industrial sin glamour. Aquella vía de hierro que transportaba mineral desde los valles de Quirós y Teverga hacia Trubia fue cerrada en 1963, dejando atrás no solo rieles oxidados, sino una forma de vida. Pero algo pasó —como suele pasar en Asturias, donde la niebla y las ideas surgen juntas—: alguien imaginó que ese viejo camino de tren podía ser otra cosa.

Y así, entre proyectos de juventud y ganas de darle nueva vida a la comarca, surgió aquel Plan de Animación Turística que en 1991 empezó a tirar del hilo. En 1995, el primer tramo entre Tuñón y Proaza ya estaba listo. Lo que siguió fue casi un renacer: familias en bici donde antes hubo mineros, picnics donde antes se descargaba carbón. Una forma de convertir las heridas industriales en cicatrices bellas.
Cuando el oso dejó de ser un mito y se volvió vecino
Al principio, el nombre era solo marketing: “Senda del Oso” sonaba bien, más atractivo que “Senda Verde de los Valles del Trubia”, claro. Pero luego llegaron Paca y Tola. Dos osas huérfanas rescatadas y puestas a vivir en un cercado en Santo Adriano. Allí, en el kilómetro 5,5 de la ruta, los visitantes se detenían como quien encuentra un tesoro. Luego vino Molinera, y después Furacu, que con sus 302 kilos se convirtió en leyenda viva del oso pardo cantábrico.
Desde entonces, esos animales dejaron de ser símbolo de peligro para convertirse en emblema de la ternura salvaje. Se les ve tranquilos, ajenos al desfile de bicis que pasa frente a su territorio. Pero también hay algo inquietante en su mirada. Como si ellos supieran más de la ruta que nosotros. Como si recordaran los trenes.
«Los osos ya no huyen del hombre. Ahora lo observan en bicicleta»
Descensos suaves, curvas con historia y un embalse que te roba el aliento
El trazado es casi poético: una “Y” que empieza en Tuñón, se estira por Proaza y se bifurca hacia Quirós y Teverga. Son 50 kilómetros en total, pero nadie te obliga a hacerlo todo. La mayoría opta por el descenso de Entrago a Tuñón —unos 20 kilómetros—, porque es cuesta abajo, panorámico y apto para abuelos, críos y hasta perros en carrito. Es lo más parecido a volar sin despegar los pies del suelo.
¿Que quieres más? Entonces te vas hasta el embalse de Valdemurio y haces la circular completa. Allí el paisaje se abre como un abanico de agua y piedra, y hasta parece que el tiempo se detiene. Te sientas en un banco, sacas el bocata, y juras que podrías quedarte a vivir ahí. Pero también sabes que aún te esperan túneles iluminados, desfiladeros como Peñas Juntas y Valdecerezales, y algún café escondido donde el tiempo se mide en sorbos.
El arte de pedalear sin preocuparse por la vuelta
Una de las genialidades de esta ruta es su logística. No necesitas ser atleta ni llevar un GPS en el casco. Empresas como Senda del Oso Experience se encargan de todo: alquilan bicis (hasta con tándems, carritos para bebés o sillas para perros), te dan el casco, el mapa, y lo mejor… te suben en furgoneta hasta arriba para que solo tengas que dejarte llevar.
Y al final, cuando tus piernas ya piden descanso, escaneas un código QR y en menos de lo que canta un gallo, una furgoneta te recoge y te lleva de vuelta al coche. Tecnología al servicio de la tranquilidad. Porque esta ruta no es para sufrir. Es para saborearla.
«En la Senda del Oso, hasta los pinchazos tienen solución»
Comer, beber y saborear Asturias a cada pedaleada
La bici abre el apetito, y esta senda lo sabe. Por eso, a medida que cruzas pueblos y parroquias, los olores del campo se mezclan con los de la cocina. En L’Esbardu (Proaza) o Casa Laureano (Teverga), la fabada no es una sugerencia, es un ritual. Y si no te apetece sentarte, siempre puedes parar en un merendero y abrir la mochila. Todo sabe mejor con vistas al bosque.
Lo mejor es que el entorno también te alimenta de otras formas. Los restos de arqueología industrial, los puentes metálicos que aún resisten, los túneles tallados en roca. Todo eso son bocados visuales que hacen que cada kilómetro cuente.
“El que no ha pedaleado en la Senda del Oso, no conoce el norte”
Consejos para no hacer el oso en tu primer paseo
Parece obvio, pero no lo es: reserva antes. Especialmente si es primavera o verano. Las bicis vuelan, las plazas de transporte también. Además, el clima asturiano es como una abuela con mal genio: te puede dar sol, lluvia o las dos cosas en una hora. Vístete por capas, lleva algo de abrigo y no olvides el chubasquero.
La ruta es fácil, sí. Pero eso no significa que no haya que tomársela en serio. Hidratación, protector solar y muchas ganas de frenar para mirar. Porque no se trata de llegar, sino de recorrer.
“Hay caminos que no se hacen con las piernas, se hacen con el alma”
¿Y si todo esto no fuera solo una ruta cicloturista?
Quizás el verdadero encanto de la Senda del Oso no está en sus osos, ni en sus túneles, ni siquiera en sus paisajes. Está en esa sensación de estar cruzando un umbral entre el pasado y el presente. De pedalear por una historia que se resiste a morir del todo. De vivir algo tan simple como montar en bici, y sin embargo, sentir que estás haciendo algo épico.
¿Y si el futuro del turismo no fuera correr más, sino ir más lento? ¿Y si la verdadera modernidad fuera volver a lo esencial? Tal vez por eso, esta senda no necesita grandes eslóganes. Solo un nombre que lo dice todo. Y un oso que te mira desde el monte como diciendo: “Bienvenido al norte”.
¿Te atreves a mirarlo a los ojos y seguir pedaleando?