Una vez arriba las vistas son increíbles. Pero hay que llegar, y subir no es un camino para quienes como yo, tienen miedo a las alturas. En mi caso, mas que miedo es PÁNICO…
Aún así merece la pena. Ya por el camino y arriba se aprecia la dimensión de la roca, la extensión de los jardines ubicados en la base y la soledad de la roca en la planicie circundante. Es curioso el cartel que nos advierte de que no tiremos objetos. Pareciera que nos han leído el pensamiento…
Sri Lanka vale la pena. Y este lugar también. Cuesta unos treinta dólares la entrada pero es un sitio indispensable, por la contemplación de los frescos en las paredes y por las construcciones como, y sobre todo, por las vistas desde las alturas. Asimismo es muy gratificante la propia experiencia de la subida a Sigiriya, la Roca del León, uno de los tesoros más preciosos y populares de Sri Lanka.