¿Es LA OROTAVA el laboratorio retrofuturista definitivo del turismo cultural? LA OROTAVA reescribe el turismo del futuro con tradición y tecnología
La Orotava es mucho más que un destino, es ese lugar donde el pasado y el futuro bailan juntos y se ríen de quien intenta ponerles fecha. Sí, lo confieso: en mis primeros pasos por las calles empedradas de La Orotava, sentí el vértigo de quien viaja en el tiempo sin moverse del sitio. En La Orotava y no es casualidad, cada esquina esconde un enigma, una paradoja, una invitación descarada a perderse y, de paso, encontrarse. ¿Turismo cultural sostenible? Por favor, eso es solo la excusa. Lo que aquí se vive es otra cosa: una especie de hechizo retrofuturista que juega a ser laboratorio del mañana sin perder nunca la compostura isleña.
A veces, lo más difícil es atreverse a iniciar ese viaje al corazón de Tenerife que promete desafiar el sentido común y el reloj de pulsera. Pero, ¿quién podría resistirse a una tierra donde las calles parecen laberintos de historias y el paisaje invita a perder la noción del tiempo? En La Orotava, cada paso es una apuesta por lo inesperado, por ese pulso antiguo que sigue latiendo bajo la piel moderna del municipio.
No hace falta ser un sibarita para descubrir que el verdadero turismo de lujo en Tenerife está más cerca del arte de sorprenderse que del de aparentar. Aquí, el futuro se cuela entre las grietas de la tradición y la tecnología no solo deslumbra, sino que ayuda a mirar el mundo con otros ojos. Hay destinos que buscan impresionar; La Orotava, en cambio, se limita a seducir, convencida de que el lujo es, en realidad, un guiño travieso entre siglos.
«El futuro no espera a nadie, pero en La Orotava le invitan a un café.»
En algún punto de esta villa, las tradiciones milenarias se han aliado con tecnologías dignas de una novela de ciencia ficción. Me atrevería a decir que, en La Orotava, la innovación no llega en zapatillas, sino con bastón de caoba y sombrero de copa. El presente aquí no existe: es solo una costura entre dos épocas que no paran de rozarse. Pero antes de desvelar el truco, déjame que te cuente cómo se siente caminar por sus calles con unas gafas de realidad aumentada, esas que te susurran historias de fantasmas aristocráticos y te invitan a cruzar el umbral de la Casa de los Balcones como si fueras un personaje de García Márquez… o de Black Mirror.
«La Orotava no es un decorado, es una máquina del tiempo sin manual de instrucciones»
La primera vez que entré en la Casa de los Balcones me topé con un escenario que parecía salido de un sueño de Da Vinci: paneles interactivos, hologramas de muebles desaparecidos, conversaciones de época flotando en el aire. Aquí la inteligencia artificial se pone al servicio de la nostalgia, devolviéndonos no solo imágenes, sino emociones, olores, fragmentos de un pasado que se niega a ser solo postal. El turismo cultural se reinventa sin pudor, dándole a cada visitante la posibilidad de ser cronista y protagonista al mismo tiempo. No es mirar: es habitar otra época. Y si uno se deja llevar, termina creyendo que las paredes susurran y las baldosas guardan secretos.
Pero también, cada esquina tiene su propio misterio, y cuando crees haberlo visto todo, aparece el Museo de Artesanía Iberoamericana y te pone a fabricar cerámica virtual con las manos de un maestro que vivió dos siglos antes que tú. Te ves allí, modelando barro digital mientras en tu auricular suena el eco de antiguos talleres, y te preguntas cuándo fue la última vez que el futuro y el pasado se dieron la mano con tanta naturalidad.
En la Iglesia de La Concepción, como pudimos comprobar en FITUR, ya es posible que los sensores biométricos capten tu ánimo —sí, tu ánimo— y transformen el espacio sagrado en una sinfonía personalizada de luces y sonidos. ¿Quién dijo que la espiritualidad era inmune a los algoritmos? Aquí, la cúpula inspirada en Florencia se convierte en pantalla panorámica, y las ceremonias históricas se cuelan entre los vitrales como si todo estuviera ocurriendo ahora mismo, aunque lleve siglos dormido.
“El arte de caminar entre siglos sin tropezar reside en saber escuchar los susurros del empedrado”
Cuentan los viejos del lugar —y algunos turistas despistados— que las alfombras del Corpus Christi son como un sueño colectivo, una explosión de color y paciencia efímera que ya era viral antes de que existieran las redes sociales. Pero aquí no basta con repetir el rito: en FITUR pudimos ver el resultado de drones silenciosos sobrevolando la Plaza del Ayuntamiento, registrando cada movimiento, archivando el pulso de los artistas y convirtiendo el arte efímero en memoria digital. Es la tecnología puesta al servicio del asombro, permitiendo que cualquier persona, desde cualquier rincón del planeta, participe en la creación de estas obras que solo duran lo que dura el perfume de una flor recién cortada.
Y si miras la plaza desde el presente, verás alfombras vibrantes y alegres. Pero si activas tu dispositivo de realidad aumentada, descubrirás alfombras de otros años superpuestas como hojas de un mismo libro, mezclando estilos, colores, y secretos familiares. Es el espectáculo de la tradición saltando el muro del tiempo gracias a la tecnología.
Jardines y la nueva edad de oro del plátano
En los Jardines del Marquesado de la Quinta Roja, la jardinería ya no es solo oficio, cada flor tiene su biografía; cada hoja, su bitácora climática. Todo huele a orden y a locura, como si la naturaleza hubiera aprendido a programar el presente.
En las fincas de plátanos, la historia se reinventa. Uno camina entre las filas verdes y escucha e imagina a los agricultores del pasado contar cómo era la vida antes de los sensores y los drones. No sé qué opinaría el abuelo de todo esto, pero seguro que estaría orgulloso de que el plátano canario, emblema de fuerza y libertad, siga creciendo entre la bruma y la innovación, en un presente cada vez más marcado por la tecnología.
«La tradición no es una jaula, es una catapulta al futuro.»
Gofio y gastronomía de precisión
No puedo evitar sonreír al entrar en el Molino de Gofio La Máquina. Todo sigue oliendo a infancia, a harina tostada, a entrañables historias de abuelas y abuelos. Pero es fácil imaginar un futuro en que cada grano molido quede registrado en una cadena digital que certifique su autenticidad: tecnología blockchain en estado puro. En el futuro todo estará trazado y sellado. Hasta podremos recibir nuestro propio gofio personalizado, según nuestro perfil nutricional, analizado por sensores biométricos que no pinchan ni molestan. Es el futuro de la gastronomía ancestral con bata de laboratorio que ya se está ensayando para que termine de llegar hasta los rincones más tradicionales, como este.
Y claro, uno saldrá del molino convencido de que el futuro cabe en un saquito de gofio, siempre y cuando se sepa honrar el pasado. Sin embargo hoy, todavía podemos disfrutar de un lugar marcado por la tradición.
Playas inteligentes, sol eterno y la paradoja del tiempo lento
En las playas de El Rincón y El Bollullo, la naturaleza tiene un aliado inesperado en la sostenibilidad, a la que en el futuro próximo, como ya está ocurriendo en miles de playas, se le añadirán sensores que miden la calidad del agua y el aire, paneles solares que alimentan bancos y sombrillas, y sistemas que informan —sin agobiar— de cada cambio meteorológico. Es el ocio entendido como pacto con la naturaleza, donde el descanso también suma para el futuro energético del lugar.
Y luego está la gran paradoja: mientras todo parece acelerarse, en La Orotava la lentitud se convierte en lujo, en estrategia, en vanguardia. No hay prisa por llegar porque el destino es, en realidad, el propio viaje. El municipio presume de su sello Cittaslow —el primero en Canarias— y lo hace con la picardía de quien sabe que la verdadera modernidad no está en correr, sino en saber parar y mirar.
Aquí, proyectos como Biosakura, Coveé Enoteca, Finca Marañuela, Slow Coffee Tenerife o Tenique Outdoor son ejemplo de empresas que combinan ese respeto ancestral por la tierra con la osadía de probarlo todo, siempre atentos a la tradición pero con un ojo puesto en el futuro. Un modelo de turismo que respeta la libertad y el ritmo natural de las cosas mientras se deja conquistar por la inteligencia artificial más puntera.
Abama Hotels, o el arte de dormir en el futuro sin dejar de soñar con el pasado
No podía faltar la experiencia hotelera llevada al extremo. Abama Hotels se presenta como el gran laboratorio de hospitalidad del futuro, un oasis donde las suites parecen estar pensadas para ti. En el restaurante MELVIN, los vinos parten de la sabiduría y la irreverencia de una noche de verbena. Y en el Sandára Wellness & Spa, la tradición volcánica canaria se hace notar en tratamientos dignos de una novela de Julio Verne.
Si te preguntas qué pinta todo esto en un pueblo con tanto arraigo, la respuesta es sencilla: aquí el lujo es entender que pasado y futuro pueden dormir en la misma cama, siempre que se respete la naturaleza de cada uno.
“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)
“En la vida, como en el arte, el futuro pertenece a quienes se atreven a inventarlo.” (Inspirado en Paul Éluard)
La Orotava y su turismo cultural sostenible son el experimento mejor logrado del presente
El futuro es ahora: la tradición y la tecnología caminan de la mano en La Orotava.
Y ahora, dime: ¿quién puede resistirse a un destino donde cada paseo es un experimento, cada comida una cápsula del tiempo, cada experiencia un guiño entre siglos? La Orotava no es solo un lugar, es una pregunta lanzada al aire: ¿te atreves a vivir el turismo cultural del futuro, hoy mismo, y en sandalias?
¿O eres de los que prefieren esperar a que el futuro llegue, con el riesgo de descubrir que, en La Orotava, siempre va un paso por delante?